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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Monzón de recuerdor - Capítulo 2 By Cuervo negro

—Bill, por favor, déjame entrar—pidió Tom por enésima vez.

— ¡NO! ¡Vete! —le grité entre llantos.
— ¡Al menos dime que mierda te pasa! ¿Te hice daño? Lo siento, Bill, de verdad lo siento.
—tú no has hecho nada, Tom, de verdad, vete, déjame solo.
—Bill, tu no estas solo, por algo soy tu hermano, por algo…—se le quebró la voz—por algo somos gemelos, para apoyarnos mutuamente.

Tom estaba llorando, era evidente, pero ¿Por qué?
—déjame solo, por favor, es lo único que necesito—murmuré sin fuerzas.

Tom no volvió a hablar, pero escuchaba sus sollozos tras la puerta.

Volví a lo que estaba, mientras lloraba, en el baúl había cientos de cartas, de amigos, de mis dos novias, las dos que había tenido antes de cumplir los trece, pero yo no sabia, solo sabia de una, Catherine. Y algunas de papá.

Bill, no sabes cuanto me ha costado tomar ésta decisión pero cuando me enteré de tu secreto…

No puedo creerlo, es algo realmente difícil, yo aun te amo, pero debes entender como me siento, es muy difícil para mí, me quedé realmente choqueada cuando los vi, es realmente asqueroso lo que estas haciendo.

No tengo nada más que decirte.

Tú no me amas, todo terminó. Pamela.

Pamela era mi otra novia, no recordaba nada de ella, el papel tenía el año, con mi letra claro, 2001.

Las de mi padre no leí muchas en realidad, no me interesaba.

Habían mas cartas de Pamela, todas del 2001, lo que significaría quizás que no habría durado más de un año con ella, ¿Cuál seria el secreto del que hablaba?

Aun se escuchaban algunos sollozos de Tom, pero decidí ignorarlos.

Encendí el equipo de música, optando por un CD en lugar de la radio, en la radio por estas fechas solo se hablaba de nosotros, dejando casi todo el resto de lado.

Coloqué bedshaped (Keane), ya que era una canción muy suave, que me tranquilizaba y relajaba siempre.

Cerré el baúl y lo metí debajo de la cama, guardando la llave en mi bolsillo.

—muévete, Tom—murmuré antes de abrir la puerta, Tom se encontraba de pie en frente mío.
— ¿Qué has estado haciendo? —preguntó.
—Nada—murmuré.
—Bill…
—Tom, de verdad, déjame tranquilo un momento, por favor.

Bajé rápidamente las escaleras, yendo hacia la cocina, al llegar a ésta, serví dos vasos con jugo de naranja, sabiendo que Tom no me iba a dejar tranquilo por un buen rato.

Comencé a tomar pequeños tragos de uno de los vasos, mientras subía las escaleras, ahí estaba Tom, apoyado contra mi puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho y el ceño fruncido.

Le pasé el otro vaso y abrí la puerta, seguido por Tom.

—Bill…
—No empieces—le corté.
— ¿Qué te pasa?
—Tom, tu sabes que me pasa, siempre lo has sabido.
—solo una vez me has dicho porque te encierras en tu habitación mientras lloras, ¡y eso fue hace cinco años!
—siempre es por lo mismo, Tom, por eso solo te lo dije una vez—murmuré con lagrimas involuntarias siendo contenidas en mis ojos.
—supéralo, por favor, me encantaría que pudieras recuperar la memoria, pero… no se puede, ya mucha gente ha estudiado tu caso, todos han dicho que no lo vas a recordar, pero me encantaría que lo hicieras, que volvieras a ser el Bill de siempre.
—Tom, yo no he cambiado.
—Eso no lo sabes—dijo mirándome muy seriamente.
—sí, lo sé, sé quien soy yo, y además, la gente no cambia, siempre va a ser la misma.
—Bill, sé que siempre has creído eso, pero…
—lo digo siempre, desde hace años, Tom, lo sé, es para que veas, que no he cambiado, lo que decía antes, lo sigo diciendo, y tú lo sabes, sabes cuales son las frases que aparecen instantáneamente en mi cabeza cuando me dicen ciertas cosas, tú conoces mis reacciones, y sabes tan bien como yo, que no he cambiado en nada, desde los doce, que fue cuando comencé a expresar realmente lo que sentía.
—Sé que eres el mismo, pero has cambiado, no en todo, pero sí en algunas cosas—me dijo con voz dulce.
— ¿Cómo qué? Dame algún ejemplo—pregunté con el entrecejo algo fruncido.
—eras un chico muy caliente.

Me sonrojé inmediatamente.

— ¡no mientas!
—Es la verdad, Dios, si te hubieras visto—comentó riendo.
—al menos ya no soy así, ¿cierto? —pregunté algo preocupado y también resignado, Tom nunca me ha mentido.
—lo llevas dentro de ti, tú mismo lo has dicho, la gente no cambia.
—No lo creo—murmure mirando hacia un lado.
—Claro que sí, sigues siendo la misma bestia—dijo realmente divertido.

Le fruncí el ceño.
—Vete—murmuré serio.
—Bill, no seas así—pidió mi hermano.
— ¡vete!
—Bill…

Me limité a señalarle la puerta.

Dio un suspiro frustrado y se levantó.

—Sigues siendo el mismo, no has cambiado en casi nada…—dijo moviendo mi chasquilla, quitándola de mi ojo, en un gesto increíblemente tierno, me quedé paralizado, toda la ira y el enojo, olvidados.

Tomó mi mentón y acarició mi sien con su pulgar.

Se fue dejándome completamente confundido.

No pude hacer nada más que tirarme en el piso y llorar.

¿Por qué ese gesto me parecía tan tierno?

¿Porque no podía recordar nada?

¿Qué es lo que hay en mi pasado, que tengo tantos deseos de recordarlo?

Porque, no es que no quiera recordar, pero sé que hay una cosa, que necesito recordar, no sé que es, pero es como lo único que quiero, recordar esa cosa, un sentimiento, una experiencia, una imagen, no sé, pero lo quiero.

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