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domingo, 5 de septiembre de 2010

Monzon de recuerdos - Capítulo 1 By Ivonne

Sentado nuevamente en mi cama, intento recordar algo. El resultado es: Nada.
No hay caso, no puedo recordar nada, y lo peor es que no solo no recuerdo, si no que también voy olvidando cosas de después de perder la memoria.
Un ejemplo es que ayer no podía recordar cuando habíamos grabado el videoclip de Schrei.
Mi memoria está realmente mal, lo sé.

Georg me pega un tremendo grito desde las escaleras.
—oye, Bill, te busca Andreas—gritó.
—Voy—le grité de vuelta.
Me bajé de la cama y abrí la puerta de mi habitación, bajé las escaleras con pereza, apoyado en la puerta principal estaba mi amigo.
—Hola, Macky—me saluda.
—hola, Andi—le lanzo de vuelta.
— ¿Cómo ha estado la memoria?
Suspiro y bajo la cabeza, miro alrededor y le tomo de la mano arrastrándolo escaleras arriba, a mi habitación.
— ¿Qué pasa, Bill? —me pregunta cundo me siento en el suelo, con las piernas cruzadas.
—bueno, sigo sin recordar nada.
—pero siempre ha sido así… bueno, desde… ya sabes.
—sí, pero. ¿Nunca has pensado que debe ser frustrante para mí?
—sí, debe ser realmente frustrante, lo sé…
—no, no lo sabes. Porque tú no lo has vivido.
—lo siento, Bill.
Ay no, ¿Qué acabo de decir?
—lo siento, no debí haberte dicho todo eso, no debí.
—no te preocupes, si eso te hace sentir mejor, no importa.
—no debí, lo siento.

—Adivina qué—comenzó Andreas.
—mmm… ¿Qué será lo que quiere decirme Andi? —dije sonriéndole.
—supongo que ya debes saber, pero últimamente no has visto muchas noticias, pero. Mira—dijo sacando dos entradas para un concierto.
Las tomé en mis manos y las leí.
— ¡¿Keane?! ¿¡En serio!? —pregunté emocionado.
— ¿me vas a acompañar? —preguntó aun sonriendo.
— ¡por supuesto! —dije, y antes de darme cuenta lo estaba abrazando.
—oye, oye, no actúes tan emocionado.
—lo siento.
—Tom me contó que ayer te había regalado algo, ¿Qué es?
—pues, mira, es una chaqueta—le dije poniendo en sus manos la cazadora que Tom me había dado.
—Tiene algo en el bolsillo—notó, yo se la quité y abrí el bolsillo.
Era una llave como... Como de un baúl.
— ¿la habrá puesto él? —preguntó.
Negué con la cabeza.
— ¿de dónde será?
—creo que de aquí—dije metiéndome bajo mi cama y sacando el baúl.
Coloqué la llave en la cerradura y la giré, haciendo un suave clic, lo abrí con cuidado, sin saber que habría dentro, detrás de mí, Andreas, preguntándose que había dentro, de seguro.

Creo que siempre he sido así, muy ordenado con mis cosas, y una prueba de ello, es el baúl, que dentro está lleno de cajas de cartón, todas del mismo tamaño, pero de diferentes colores. A excepción de una, que se veía un poco mas plana que el resto, negra en su totalidad y un poco mas alargada.
Fue la primera en ser abierta, y Andreas tomo lo primero que vio dentro, una fotografía.

Comencé a llorar, en esa fotografía se nos veía a los dos (a Tom y a mi, claro), siendo sujetados por nuestros dos padres biológicos, para salir los cuatro, y, aparentemente, nosotros solo queríamos jugar.
— ¿tienes idea de quién es Bill y quién es Tom aquí?
—sí, éste es Bill y éste es Tom—dije señalando a los gemelos de la fotografía.

No puedo evitar hablar en tercera persona cuando hablo de los gemelos de alguna fotografía, ni siquiera porque se trate de Tom y yo.
Estuvimos más de una hora viendo las diferentes fotografías de la caja negra, en la mayoría de las fotos estábamos pequeños, y obviamente, no recordaba nada, pero había una foto de la que recordaba algo. Estaba con Catherine, la chica que fue mi novia hasta los catorce, cuando nos rendimos, ya que no funciono lo nuestro.
Ella tenía la misma fotografía, era de nuestro primer beso, ella me lo había dicho, según la fecha, había sido tomada tres meses antes de mi accidente, la había tomado Tom.

Andreas después se tuvo que ir, pero no sin antes recordarme que tenía que estar libre para la noche del concierto.

Tom nos obligo a cenar en el jardín, argumentando que siempre estábamos dentro de la casa y que el día estaba precioso, no hubo modo de convencerlo de lo contrario, así que con Gustav pusimos una mesita plegable mientras Georg y mi hermano llevaban las cosas para comer.

Y Tom tenía razón, todavía había sol, y una brisa calida rodeaba el ambiente, teníamos un jardín precioso, y no gracias a que alguno pusiera de su parte en cuidar al menos una flor, porque, para eso era el jardinero y sus asistentes ¿no?

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